Existe un espacio en la música norteamericana, en el que el country se encuentra con el soul, en el que los elementos del blues, el folk, el pop, el jazz, el gospel y el r&b se entremezclan en una perfecta alquimia. En ese territorio hay una artista que se desenvuelve a la perfección. Ella es Bettye LaVette, considerada por muchos la gran dama del soul.
Nacida en Muskegon, Michigan, en 1946, LaVette creció en Detroit. Es una de las pocas intérpretes de soul que no comenzó a cantar en el coro de la iglesia. Con tan sólo 16 años fue descubierta por el legendario Johnnie Mae Matthews, de Motor City. A esa edad grabó su primer hit, My man (He´s a lovin man). Seguiría a continuación una gira con el gran James Brown, uno de los excelentes artistas con los que a compartido escenario. Desde entonces, y a lo largo de una consolidada carrera de cuatro décadas, Bettye se ha creado, por derecho propio, la reputación de leyenda viva del soul, sustentada en una arrolladora y poderosa voz y una magnífica y dinámica puesta en escena que cautiva a todos los públicos para los que actúa.
Su brillante trayectoria musical está jalonada por numerosos éxitos, estelares apariciones y una amplia discografía. En 2005 editó I've got my own hell to raise en Anti, el sello de Tom Waits, un álbum que es una extraordinaria muestra de roots music. El pasado año lanzó Take Another Little Piece of My Heart, una colección de sencillos registrados para Silver Fox, que reúne también otros temas grabados en Memphis entre 1969 y 1970.
Pero no estamos ante una estrella del pasado, sino ante una artista de hoy cuya vitalidad en escena es capaz de noquear al público más exigente. De ella se ha dicho y con razón: “Antes de que Aretha Franklin fuera coronada la Reina del Soul, antes de que The Supremes tuvieran su primer hit y antes de que nadie supiera quién era Stevie Wonder, Bettye LaVette era la estrella emergente de Detroit”.